Pronto hará treinta años que viajé a Suecia. Ese viaje me dejó una fortísima huella. De algún modo era ver que todos mis anhelos, lo que yo creía que en cierta medida era una utopía, podía hacerse realidad. Lo que desde pequeño había escuchado de mi padre sobre el sentido del civismo, de una sociedad madura se había hecho realidad en algunos sitios del mundo.
Suecia es un lugar que me gustaría volver a visitar. La perspectiva de los treinta años pasados seguro que haría esa segunda estancia, muy interesante.
También han pasado treinta años aquí. Aunque la situación en España no era una maravilla en aquella época, todos o algunos, teníamos la esperanza de que habría una serie de cosas en las que avanzaríamos.
Recuerdo perfectamente que la situación española en ese 1981 estaba marcada por tres factores nada sencillos: el golpismo, el terrorismo y el paro, nada que ver con lo que uno se podía encontrar enun país como Suecia.
Pero a lo que me quiero referir es al hecho del civismo, del sentido de ciudadanía en lo que en España avanzamos con una velocidad de caracol. Pienso, creo que no me equivoco, que en estos treinta años no hemos acortado en nada las distancias con el país nórdico, pero en esto tiene una gran responsabilidad la clase política.
Considero que ha habido un momento en el que los políticos han considerado que dar mucho la lata con asuntos que tienen que ver con la salud pública o el sentido del civismo pueden ser contraproducentes a la hora de recibir votos. Así, se hace mucho la vista gorda o no se enfatiza suficiente como para que la gente tenga un sentido ciudadano más profundo. El incumplimiento que hay con todo lo que respecta a la normativa antitabaco es un ejemplo. Otro es las facilidades que se dan a nuestra juventud para que cómodamente pueda emborracharse en lugares habilitados para ello. Aparte, la sensación de suciedad sigue siendo la misma en nuestras calles o en la naturaleza. De algún modo, la clase política y los castizos -se encuentran tanto a la derecha como a la izquierda- que defienden a capa y espada los maravillosos valores de nuestra forma de vida, blindan estos defectos ya que, según argumentan, "tendremos todos esos defectos pero qué felices somos, cómo nos envidian por ahí fuera"
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